Me pregunto si llamar a este artículo Crónica del silencio tiene en el fondo un punto de engañoso. Quizás sea solo por el principio, que puede parecer contradictorio. Al fin y al cabo, o bien hay silencio o bien escuchamos la voz de los pájaros. O el ajetreo de los insectos. O el rugir de los motores. Pienso en lo que escribe Baptiste Morizot, el filósofo de ciencias y rastreador de lobos de quien hablo en este artículo, en su libro Manières d’être vivant:
«La violencia de nuestra creencia en la Naturaleza se manifiesta en el hecho de que el canto de los pájaros, de los grillos, de los saltamontes, en los cuales estamos inmersos durante el verano apenas nos alejamos del centro de las ciudades, son vividos en la mitología de los modernos como un silencio reparador. Cuando en realidad constituyen, para quien quiera intentar traducirlos, miríadas de mensajes geopolíticos, de negociaciones territoriales, de serenatas, de intimidaciones, de juegos, de placeres colectivos, de desafíos lanzados, de negociaciones sin palabras»1.
En silencio
Puede que el silencio sea relativo. De cualquier modo, este artículo empezó con un silencio. Uno verdadero. Uno que solo es interrumpido por el sonido de mis calcetines gruesos rozando el parquet. Fuera, Copenhague se dibuja tímida bajo el cielo claro, ciudad dormida, como muchas otras ahora mismo a causa de la pandemia. Algunas nubes pasan rápidas sin dejar formas que atrapar, ni buques, ni dragones, ni volcanes en erupción.
En un esfuerzo por devolverme al mundo, abrí las ventanas y salí al balcón. El aire fresco me apresuró las mejillas, los sonidos volvieron sin detonación. Una bicicleta solitaria atravesó el jardín, el viento se coló entre los tejados, el graznido de las gaviotas me recordó la cercanía del océano. Retuve el momento unos minutos, bebí a pequeños sorbos sonoros el mundo delante de mí.
Sonidos, voces y lazos
Cerré la puerta detrás de mí, abrí mi bandeja de correos, reposé la taza de té sobre el posavasos dorado. Y entonces me encontré con este artículo que te comparto. Estas cinco prácticas para escuchar el lenguaje de los pájaros. Se tejieron pensamientos e instantes. Todo se conectó. El silencio, Morizot, el canto de los pájaros, Copenhague, el mundo a sorbos.
En el artículo La crisis ecológica como crisis de la sensibilidad, puedes encontrar, entre otras cosas, esta reflexión que repito aquí porque tiene mucho que ver con estas cinco prácticas maravillosas. «Existe una relación discreta pero profunda entre la desaparición contemporánea masiva de los pájaros de campo, documentada por estudios científicos, y la capacidad de un canto de pájaro urbano para tener sentido en un oído humano»2. Quizás estos ejercicios podrían ser una puerta a reencontrar este sentido perdido.
Este urdido de puntos que se conectaron fue posible gracias a un correo de Mariana Matija, que recibí por hacer parte de su comunidad. Mariana, que es una persona de una sensibilidad enorme, está creando un espacio de aprendizaje colectivo para cuidar el planeta. En su correo, Mariana compartió este ejercicio que hoy comparto contigo. Si quieres, puedes compartirlo tú también, para que llegue así a más personas.
Cinco prácticas para escuchar el lenguaje de los pájaros
Estas cinco prácticas fueron originalmente publicadas en la revista Emergence Magazine, en un artículo que empieza así: «Cuando el lenguaje de los pájaros entró en mi vida, sentí que se me había injertado un nuevo sentido. Las voces de los pájaros abrieron una nueva dimensión de experiencia sensorial. Esta expansión me acercó a historias de mi hogar de maneras inesperadas, revelando ritmos y conexiones ecológicas, estimulando mi curiosidad y llenándome de un sentido de pertenencia»3.
Invitación uno: Diversidad Sonora
Deléitate con la diversidad acústica de los sonidos de los pájaros de tu barrio. Empieza hoy: haz un inventario de las texturas, cadencias, tonos y ritmos que escuchas en las voces de los pájaros. Deja ir la necesidad de identificar las especies. Usa tus oídos de la misma manera en que una persona catadora de vinos usa su nariz y su boca. Abre tus sentidos a los sonidos, quédate en ellos, compáralos y disfruta de sus infinitas capas.
Invitación dos: Ritmos & Cambios
Los sonidos de las aves revelan las muchas pulsaciones del mundo: minuto a minuto, semanalmente, anualmente, década a década. Compara las texturas sonoras de la mañana y de la noche. ¿En qué se diferencian? ¿Qué se mantiene igual? ¿Qué sonidos son especialmente sensibles al paso de las horas? ¿En qué difiere el diálogo de hoy de las aves, con respecto a sus sonidos de hace una semana? ¿Qué nos dice este cambio sobre las estaciones? Cuando la lluvia humedece un día soleado, ¿cómo lo expresan los pájaros? En décadas futuras, ¿qué sonidos recordaremos del canto de los pájaros al amanecer? Abre tu curiosidad a estos ritmos, primero escuchando y después haciéndote preguntas. El aire está lleno de historias.
Invitación tres: Materialidad
Los sonidos de los pájaros están sintonizados con el espacio que los rodea. Un bosque frondoso, un cañón, una orilla golpeada por las olas, una calle de tu ciudad: el sonido fluye y resuena en formas radicalmente distintas en cada uno de estos lugares. En las voces de las aves escuchamos la diversa materialidad del mundo, cada especie adaptada a su hogar. ¿Cómo se diferencian las aves que viven en la copa de los árboles de aquellas que rondan en la hierba? Cuando viajes del campo a la ciudad, aprecia, en cada lugar, la naturaleza de los sonidos de las aves en relación con otras voces, las voces de la hierba, del agua y de los motores. Escucha la diversidad material del mundo expresada a través del cuerpo de los pájaros.
Invitación cuatro: Nombres
Del mismo modo que ocurre con las amistades humanas, los nombres nos ayudan a conectar y recordar, especialmente en los primeros días de conocer a una persona. Dale un nombre a las cinco voces de pájaros que escuchas habitualmente alrededor de tu hogar. Después, nombra a cinco más. Inventa tu propia taxonomía de voces o invita a una persona con experiencia en sonidos de pájaro para hacerlo juntes. Darles un nombre no solo nos conecta con los pájaros, sino que el proceso también puede unir a las personas: «Ese sonido es el gorrión cantor». «Gracias, ahora puedo identificarlo».
Invitación cinco: Compartir
Cuéntale a los demás lo que escuchas. La llamada inusual de un petirrojo en el estacionamiento; el silbido de un gorrión desde un arbusto — un nuevo sonido; el silencio donde había canción, una ausencia, una partida, una muerte; la risa social de un ganso. Especula sobre los ritmos y las estaciones. Compartiendo tus observaciones, podrás tejer las hebras del lenguaje de los pájaros en el lienzo de las conversaciones humanas. A través de tus historias, los pensamientos de los pájaros y de los humanos se entrelazan.
Nota sobre la ilustración
Quizás estés pensando que la ilustración que acompaña este artículo es diferente a las demás. Estás en lo cierto, es una preciosa colaboración. Hoy escribo desde Copenhague a donde he venido a pasar un tiempo cálido en paisaje de invierno junto a Gaspar y Gaia. Los G&G de mi corazón. Gaspar es uno de mis hermanos, con quien compartimos el recuerdo que describo en destello. Gaia es la persona que me recomendó este libro maravilloso, que ahora forma parte de la Biblioteca del Lobo. Para seguir tejiendo conexiones, les pedí que ilustraran conmigo este artículo. Y nos pusimos a dibujar lado a lado, como en miles de los recuerdos que guardo de mi infancia.
Me encantaría saber qué piensas de estas prácticas. Yo he empezado con los cantos de los pájaros de mi barrio temporal. Si haces alguno de estos ejercicios, te invito a que me compartas tu experiencia. Puedes hacerlo aquí abajo en los comentarios. Estaré feliz de leerte.
1, 2. Baptiste Morizot, Manières d’être vivant, © Actes Sud 2020.
3. David G. Haskell, Five Practices for Listening to the Language of Birds, Emergence Magazine.
En la quinta viven muchos! Ahora les prestaré mejor atención !
Oh, sí! La Quinta es un lugar ideal para experimentar con estas prácticas. Si lo hacés, después contame 🙂
Maravilloso artículo !
Yo vivo con las gaviotas que no paran de cruzar el cuadrado de cielo que veo por la ventana. Escucho su grito, que me encanta y me lleva al mar, observo su pico dorado, con una puntita de rojo, sus pasos divertidos sobre el tejado. Nos miramos. Yo sé que me hacen guiños a veces. Adoro mis compañeras del día.
Te vi. Te veo con las gaviotas. Te sonrío. Gracias por esta pequeña historia.
Tu abuela los tenía identificados a todos. Recuerdo que a la tarde cantaba un zorzal que para ella decía en su canto…. «vestido chicho».
En una época llegue a contar más de 20 especies en la quinta Me moriria de tristeza sin ellos. Son mis amigos.
¡Qué hermoso recuerdo, prima querida! Espero que esos cantos y esos amigos siempre nos acompañen.