Con «relatos» no me refiero únicamente a historias escritas por un autor o autora. Al contrario, estos relatos de los que hablo vienen en mil formatos diferentes. Se escriben en cada disciplina, cada oficio, cada profesión. Son historias creadas por agricultoras y agricultores, científicas y científicos, pensadoras y pensadores, arquitectas y arquitectos, profesoras y profesores, artistas, economistas, estudiantes, activistas, emprendedoras y emprendedores de todo tipo.
Estos relatos resuenan cada día en nuevas voces. Son las ideas, propuestas, acciones y proyectos que cuestionan nuestra manera de habitar el planeta, de pensar el mundo, de relacionarnos con las demás especies con quienes compartimos los territorios. Que dan pistas sobre un modelo alternativo atento a criterios ecológicos y sociales. Que exploran nuevas maneras sostenibles de resolver problemas y proponen una alianza con la biodiversidad. Que se atreven a imaginar un mundo sostenible, equitativo, coherente, fraternal, vivo.
El gran desafío de nuestro siglo
La crisis ecológica es una crisis global. Tiene múltiples caras, concierne a todas las especies, todas las personas, todos los países y territorios. Esta crisis, que es también una crisis de las sociedades, nos plantea el desafío de imaginar un mundo nuevo para salvar el planeta. La comunidad científica nos ha advertido que si no invertimos la tendencia actual, nos encontraremos –en el tiempo de una vida– delante de un escenario desolador, un planeta inhabitable para todas las especies. Salvar el planeta –intención que a nuestro modelo extractivista centrado en la acumulación de riquezas le viene bien tachar de naïf– significa pensar y poner en marcha un sistema que asegure la supervivencia y el bienestar de cada especie, de cada forma de vida, de cada persona –ahora y en el futuro.
Hemos llevado a la Tierra al límite de su soplo, hemos modificado el clima, hemos puesto en peligro un tejido de vida complejo y maravilloso, hecho de millones de años de magia evolutiva. La huella que imprimimos en el planeta es devastadora –calentamiento global, emergencia climática, destrucción de los ecosistemas, sexta extinción masiva de especies, contaminación profunda, deforestación. Nuestro tiempo está marcado además por la explosión de las desigualdades en cuestión de repartición de la riqueza, lo que se traduce en una realidad en la que 805 millones de personas no tienen suficiente para comer, mientras que una minoría amasa fortunas grotescas imposibles de gastar en una vida.
Hemos construido una sociedad que tolera la explotación de las personas y que ha puesto a su servicio a todos los seres vivos y todos los medios naturales. En nuestra carrera hacia la modernidad –a la cual no hemos conseguido atribuir una visión a largo plazo lo suficientemente amplia– decidimos, como especie autodeclarada reina y señora, que había una naturaleza y que no formábamos parte de ella. Que de un lado había lo natural y del otro, lo humano. Convertimos esta naturaleza en una fuente de recursos a explotar al infinito, alimentando un sistema absurdo y voraz que ha puesto en peligro el porvenir de las generaciones futuras y el desarrollo de la vida en la Tierra tal y como la conocemos.
Vivimos un momento decisivo para iniciar transiciones hacia nuevas formas de pensar, hacia nuevas formas de hacer. Es tiempo de cambiar nuestra manera de habitar el planeta, de establecer nuevas bases en nuestra relación con la biodiversidad, de redefinir los valores que nos guían como sociedad. Es tiempo de encontrar nuevas maneras de producir y de consumir, de dejar de imprimir la violencia antropogénica que ejercemos sobre los ecosistemas. Es tiempo de poner en marcha un máximo de cabezas, de manos y de espíritus en la creación de un nuevo mundo en el que haya lugar para cada persona, cada especie, cada ser vivo.
Los relatos como herramientas
Los nuevos relatos son herramientas esenciales en esta transición hacia nuevas formas de pensar, en el despertar de un nuevo imaginario, en la redirección del foco de atención sobre lo que entra (o no) en el espacio de la conversación y acción política. Por lo tanto, son esenciales en la creación de nuevos mundos, no antes pensados, inexplorados. Todo nace de nuestras historias. Cyril Dion, autor y militante ecologista, hace referencia a esta idea en su libro Resiste. Pequeñas ideas para cambiar el mundo*:
«Necesitamos soñar, necesitamos imaginar en qué casas podríamos vivir, en qué ciudades podríamos evolucionar, qué medios de transporte podríamos utilizar para desplazarnos, cómo podríamos producir nuestra comida, de qué manera podríamos vivir juntos, y compartir nuestro planeta con los demás seres vivos. Poco a poco, estos relatos de un género nuevo podrían teñir nuestras representaciones, contaminar positivamente los espíritus, y, si son ampliamente compartidos, podrían traducirse estructuralmente en las empresas, leyes, paisajes.»
Siguiendo el hilo de esta intuición, podríamos imaginar las bases de un modelo de sociedad completamente nuevo, un modelo que llame a nuestro sentido común, inteligencia, creatividad y capacidad de invención, un modelo que alimente el respeto de todas las formas de vida, un modelo que se escriba dentro de los límites de la capacidad de nuestro planeta.
Cada relato enriquece el imaginario colectivo y nos prepara como sociedad para asumir y exigir el cambio que necesitamos. Cada director que crea una película, cada fotógrafo que encuadra una visión, cada agricultor que aborda el suelo de una manera nueva, cada apicultor que trabaja su colmena, cada emprendedor que talla una idea-mundo, cada persona que se replantea los actos de su vida cotidiana. Cada nueva historia es una idea que desemboca en acción, que teje nuevas redes y alianzas entre los seres vivos, que impulsa la construcción de un nuevo mundo.
Solo imaginando nuevas maneras de hacer sociedad conseguiremos que tomen forma delante nuestro. Y cada voz cuenta. Tu relato, el mío y el de cada persona es esencial para escribir conjuntamente el nuevo mundo en el que queremos vivir.
* Resiste. Pequeñas ideas para cambiar el mundo, Cyril Dion, © editorial Seix barral 2019.
1 Me encanta el sitio y estoy muy de acuerdo con – casi – todas las ideas de la Reflexión.
2 …sólo me siento un poco más humilde: pensando que nos toque «salvar el planeta», como seres humanos caemos otra vez en la trampa del paternalismo. Se trata de salvar al ser humano – a nosotros mismos, entonces. El planeta sobrevivirá paciente y tranquilamente a la sexta extinción de un porcentaje posiblemente muy alto de las especies que viven en Madre Tierra. La evolución seguirá adelante, en cientos de millones de años, tomando en cuenta (ojalá) la lección aprendida en los años que tuvo que compartir con el ser humano.
3 No necesitamos sólo ideas nuevas. También – pero no solamente. En 24 años de contactos con el mundo maya me di cuenta que la cosmovisión de ellos satisface mis necesidades a cuatro niveles: lo espiritual, lo intelectual, lo material y lo emocional. No es esoterismo, es una actitud muy práctica que todavía se refleja en las costumbres de los mayas que siguen fieles a sus tradiciones milenarias. Obviamente los mayas no son los únicos modelos. Hay otros en África, Asia y Australia. ¿Por qué no nos interesaríamos también en ellos?
4 Es verdad: son relatos que nos animan. Manejando proyectos primero en Italia y después en Guatemala, tantas mujeres y tantos hombres de todas las edades me contaron historias que me permitieron llegar a nuevas ideas y a aprender cosas esenciales. No cabe duda que este sitio pondrá otros granitos de arena en mi camino. Muchas gracias y suerte en esta aventura.
Hola Jurik. Gracias por tu comentario que abre el diálogo y la reflexión desde el debate positivo. El tuyo es el primero y me ha hecho verdadera ilusión recibirlo.
Cuando hablo de salvar el planeta no lo hago tanto desde una perspectiva de ponernos el traje de superhéroe, sino de asumir y responsabilizarnos de la presión que ejercemos sobre los ecosistemas como sociedad global. Estoy de acuerdo contigo en que la evolución seguirá su curso, pero, como dices, miles de especies se quedarán por el camino, y me llena de tristeza pensar que es la nuestra la que pone en peligro el tejido de vida complejo y maravilloso que conocemos hoy. Me encanta tu reflexión sobre los saberes de las culturas milenarias y creo, como tú, que son necesarios en la creación de nuevos relatos. Nuevos, en este caso, porque los escribimos hoy.
Gracias por compartir tu experiencia y por acompañarme en esta aventura.
Desde hace unos años me he cuestionado la importancia de los «relatos», como manifestaciones de los imaginarios de cada sociedad.
Quizás por considerar que todo es narración, el poder de las palabras – a mi criterio- adquiere otro sentido, con capacidad de creación más allá del lenguaje.
La necesidad de crear nuevos relatos y multiplicarlos, también habla de los tiempos que corren y de la responsabilidad como especie, de hacernos cargo de lo que nos corresponde y no seguir reproduciendo relatos vacíos y deshumanizantes, generadores de toneladas de residuos, que después no son de nadie.
Cómo profesora, asumo el compromiso Juli, de acompañarte en la creación y repercusión de nuevos relatos individuales, pero sobretodo colectivos.
Me parece hermoso tu nuevo proyecto. Dicho en cordobés: un amor ✨.
Abrazo enorme
Gracias, Dani, por tus palabras, me llena el corazón de alegría leerlas. Me siento muy cerca de tu observación de que todo es narración, la comparto. Hace algunos unos días publiqué una reflexión sobre nuestra narrativa heredada y la ficción como herramienta de construcción-mundo. ¿Y si ser capaces de imaginarlos, fuera el primer paso para construir nuevos mundos posibles?
Agradecería ampliaran el punto 3, gracias!
Alba, estos meses he estado leyendo mucho sobre algunos pueblos originarios y sus maneras de estar en el mundo, de relacionarse con lo que en las sociedades occidentales llamamos «naturaleza». Seguiré empapándome de todo esto e intentaré luego escribir un artículo al respecto 😉